Absolutamente nadie vive exento de problemas, pérdidas y desilusiones. Tanto creyentes como no creyentes enfrentan caminos y situaciones difíciles o imposibles de resolver. Pero cuando esa dificultad prevalece (o incluso empeora), termina desgastando a la persona afectada.
En el caso de quienes no conocen a Dios, no es raro que varios caigan en la desesperación y se sientan atrapados. Al verse sin salida después de haber probado varios caminos, algunos concluyen que la única opción que les queda es morir.
Y en el panorama de los que saben quién es el Todopoderoso y han recibido Su Espíritu, permanecen fieles a Él a pesar de los problemas, pero eso no impide que su interior comience a enfermar, sobre todo porque su vida no está siendo testimonio de la grandeza de Dios, e incluso quienes son ajenos a su fe comienzan a cuestionarles: «¿Acaso tu Dios no es grande y poderoso? ¿En dónde está ahora?».
Sea cual sea el caso con el que te identifiques, toma en cuenta lo siguiente: Dios tiene un plan y un propósito para tu vida, Él quiere obrar en ti mucho más de lo que puedes visualizar en tu mente. Pero la pregunta es ¿estás dispuesto a atender Su voz?
La Biblia nos revela cuáles son los pasos que necesitamos seguir por medio de dos historias de fe, la de Abraham y la de Ana. Los dos querían ver materializado el mismo sueño: tener un hijo. Pero el primero representa a las personas que hoy en día creen que con lograr sus metas y objetivos vivirán plenos; mientras que la segunda sabía quién es Dios, sin embargo, su vida no reflejaba Su poder.
Antes de ser bendecido con un hijo, Abraham primero tuvo que escuchar y obedecer la voz de Dios para recibir Su presencia; pues entendió que, sobre todas las cosas, necesitaba establecer una comunión con Él y volverse Su amigo, de lo contrario, no estaría listo para obtener todo lo que el Señor tenía para darle. Y sucede lo mismo con aquellos que buscan una bendición, pero al no tener a Dios como su escudo y su fuerza, no tienen la estructura para cuidar lo que han recibido y terminan rindiéndose ante las dificultades al grado de renunciar a Él.
Una vez que Abraham llenó su verdadero vacío (la falta de Dios en su vida), tuvo el derecho de cobrarle al Señor la promesa de darle un heredero. Fue así que Él no solo le confirmó que le daría un hijo, sino millones, incontables como las estrellas. Y eso es lo que Dios está dispuesto a hacer en todos los que no Lo conocen: suplir primeramente su mayor necesidad y hacer de ellos hijos Suyos, para que se vuelvan herederos de Sus promesas.
Y para aquellos que ya tienen el sello del Espíritu Santo, que tienen certeza de que son hijos de Dios, como Ana, pero que hay una situación humillándolos, ¿qué necesitan hacer?: poner su fe en acción.
Ana era provocada por la otra mujer de su marido y se mantenía rehén de su condición estéril. Pero conociendo a Dios y Su poder, no aceptó eso en su vida. Al principio se entregaba al sufrimiento, pero llegó a su límite y usó la amargura de su alma como combustible de su fe, transformando el dolor en fuerza y, ante el Juez de toda la Tierra, derramó su alma e hizo un voto:
«Ella, muy angustiada, oraba al Señor y lloraba amargamente. Entonces hizo voto y dijo: “Oh Señor de los Ejércitos, si te dignas mirar la aflicción de Tu sierva, te acuerdas de mí y no te olvidas de Tu sierva, sino que das un hijo a Tu sierva, yo lo dedicaré al Señor por todos los días de su vida y nunca pasará navaja sobre su cabeza”» (1 Samuel 1:10-11).
Esta acción cambió todo su futuro. Ana quería un hijo y Dios le dio 6, además de la honra de ser la madre del profeta que ungió al rey David.
Entonces, ¿qué podemos aprender de estas historias?
Mientras nosotros queremos resolver un problema pequeño, Dios quiere darnos algo mucho más allá de lo que logramos imaginar.
Por eso, la Hoguera Santa es la oportunidad para dar estos pasos de fe a fin de que las personas alcancen la plenitud en todos los sentidos, sobre todo, en su interior. Y la única manera de lograrlo está en recibir el Espíritu de Dios.
No obstante, para recibir Su Espíritu, es necesaria una entrega total (así como Abraham). Y el Altar es el lugar indicado para hacer esa entrega, pues es ahí en donde uno se despoja de todo aquello que es contrario a la voluntad de Dios. En otras palabras: es renunciar a su propia vida para recibir la que Él tiene preparada para usted, que es buena, perfecta y agradable.
Y si usted ya es una persona llena de Su Espíritu (como Ana), pero hay un vacío en algún ámbito de su vida, la Hoguera Santa es la oportunidad para cobrarle a Dios Sus promesas.
En el mes de julio, en todas las Universal se estará llevando a cabo la Hoguera Santa en el Templo de Salomón.
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