La Hoguera Santa de la Justicia es un propósito de fe que invita a las personas a actuar conforme a la justicia divina, es decir, a alinearse con la voluntad de Dios para recibir Su intervención en sus mayores necesidades. Pero estas necesidades solo pueden ser respondidas cuando la persona también decide ser justa a los ojos del Señor.
Muchas personas no se dan cuenta de que el poder de Dios solo se manifiesta plenamente cuando uno se vuelve justo según los principios de Su Palabra:
«Mas buscad primeramente el Reino de Dios y Su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.» (Mateo 6:33)
La justicia divina no es solo una solución a un problema externo, sino el resultado de una transformación interior. Dios retribuye a cada uno conforme a sus obras: con misericordia a quienes se arrepienten, pero con firmeza ante la injusticia.
Por eso, antes de clamar por soluciones en áreas como la familia, la economía o la salud, es necesario volverse justo delante de Dios y vivir de forma íntegra ante Sus ojos.
Cuando una persona reconoce y se arrepiente sinceramente de sus errores, los abandona y le entrega su vida al Señor Jesús, recibe una nueva vida a través del Espíritu Santo. Desde ese momento, es considerada justa y se convierte en hija de Dios.
Como hija del Creador, tiene derecho a clamar por justicia en otras áreas de su vida, siempre y cuando esas causas sean justas según la Palabra del Señor.
Aquí es fundamental entender: la justicia divina no es lo mismo que venganza.
No. La venganza nace del rencor. Cuando alguien sufre una injusticia, es común que quiera responder con sus propias manos.
La justicia de Dios, en cambio, es perfecta, imparcial y basada en la verdad. Él es el Justo Juez, que no necesita pruebas ni testigos, porque ve todo, conoce el corazón humano y sus intenciones más profundas.
Nadie ama la justicia más que Dios. Su deseo de hacer justicia es tan grande que el propio Señor Jesús dijo:
“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.” (Mateo 5:6).
La mayor injusticia que existe es vivir sin la presencia de Dios en nuestro interior. La verdadera justicia comienza cuando uno valora el sacrificio que el Señor Jesús hizo en la cruz, se entrega sinceramente y recibe al Espíritu Santo. Entonces, su interior es transformado y pasa a vivir en la justicia.
La Hoguera Santa es una oportunidad para que esta transformación ocurra.
Infidelidades de parte de la pareja, hijos rebeldes o en las adicciones, deudas, dificultades económicas, ser un profesional que no ve el fruto en su trabajo, etc., son algunos ejemplos de injusticias.
Para estas personas, la Hoguera Santa es una oportunidad de clamar por la justicia de Dios. Pero es fundamental que las peticiones estén alineadas con los sueños de Dios y Su Palabra.
Vivimos en una época donde todo se busca con inmediatez. Sin embargo, en la vida de fe, la perseverancia es esencial. La respuesta de Dios no siempre llega en el momento ni en la forma que esperamos, pero si estamos actuando con justicia, podemos tener la certeza de que Él nos está escuchando.
El propio Señor Jesús contó una parábola sobre una viuda que insistió en que un juez atendiera su causa (Lucas 18). A pesar de que el juez no temía a Dios ni respetaba a nadie, fue la insistencia de aquella mujer lo que lo hizo actuar.
Con esta enseñanza, Jesús dejó claro que, si un juez injusto fue capaz de responder ante la perseverancia, cuánto más el Justo Juez hará justicia a quienes lo buscan con fe y constancia.
La fe se refleja en actitudes concretas que nacen de una entrega total a Dios. Y es en el Altar donde esa fe se hace visible.
Al acudir al Altar, reconocemos que la verdadera victoria solo es posible cuando confiamos plenamente en Él. Es allí, delante del Justo Juez, donde expresamos nuestra fe y nuestra disposición a obedecer Su voluntad.
Como ya vimos, esta fe comienza con un cambio interior: vivir en la justicia, arrepentirse de los errores... Pero también se manifiesta a través de una ofrenda que representa la fe de la persona. Este acto es una decisión individual, un voto sincero entre la persona y Dios.
Ambos aspectos deben ir juntos. Si alguien presenta solo el sacrificio espiritual, pero no el voto de fe —o viceversa—, el resultado puede ser parcial. Para recibir una respuesta completa de justicia, es necesario presentarle a Dios toda nuestra vida.
Económicamente no se puede comprar nada de Dios, pero al hacer un voto de fe, se demuestra la confianza en Él, con base en lo que está escrito en Su Palabra.
Ningún milagro de Jesús fue realizado por la fe sin la acción del sacrificio: «Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras» (Santiago 2:18). No se trata de cantidad, sino de calidad.
El sacrificio perfecto involucra el alma de cada uno. La decisión es personal. Primero consulte con el Espíritu Santo para hacer algo que represente el esfuerzo y la confianza en Dios. Cabe señalar que las donaciones son única y exclusivamente para el funcionamiento y continuidad de la obra de Dios.
Si quiere participar, haga clic aquí para hacer su voto de fe en línea.
O bien, si desea realizarlo físicamente, descargue la hoja de petición, imprímala y llévela junto con su voto a la Universal más cercana, haga clic aquí para localizarla.